Publiqué este texto originalmente en la bitácora de Pablo Cicero, Subdirector Editorial de El Diario de Yucatán, el pasado 8 de noviembre. Lo reproduzco porque fue lo que me animó a abrir este blog y porque me gusta para ir calentando motores. Hecha la aclaración, doy paso.

–Le vas a caer bien.
–Mira, Beto, no sé si le vaya a caer bien, pero con que me reconozca es suficiente.

Hace un par de semanas ocurrió esta conversación vía Blackberry entre Luis Alberto González y yo. Él, mi editor del Diario de Yucatán, se refería a la gobernadora de su estado, Ivonne Ortega. Yo, como su corresponsal en la ciudad de México, tengo la encomienda de seguirla en todos los actos públicos que celebre en la capital. Que vale decir, son muchos comparados con los de otros gobernadores.
El día que ocurrió el diálogo, ella estaba en la Ciudad de México y había venido a reunirse con la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Beto quería saber si me tenía ubicada, o si, en el mejor de los casos, me reconocía ya como corresponsal del Diario.
Y tal parece que desde la semana pasada es así.

La 'Gober', el diputado presidente de la Comisión de Agricultura, Cruz López Aguilar, la Alcaldesa de Mérida, Angélica Araujo, y el legislador yucateco Martín Enrique Castillo. Pókar de priistas.

En medio del ‘pibegate’ —del que puntualmente han informado tanto Pablo Cicero en sus  Catilinarias, como el propio Diario de Yucatán— la gobernadora vino el pasado jueves 4 de noviembre a la Cámara de Diputados. Ese día compartió ‘cartel’, con familiares de los migrantes muertos en San Fernando Tamaulipas, con el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y con manifestantes del Sindicato Mexicano de Electricistas. Por tanto, San Lázaro y sus alrededores, eran algo a caballo entre fortaleza y romería.

La gobernadora, afuera de la Comisión de Vivienda. Nótese la fajilla de Ibónica a la cintura.

Ante la fama de impuntual de ‘Ibom’ (no sé por qué la apodan así), no me preocupé por retrasarme al sortear los cierres del perímetro del Palacio Legislativo. Pero esa vez actuó la Ley de Murphy. La gobernadora ya había comenzado sus actividades cuando llegué a la Cámara y debí buscarla por todo el recinto. Los edificios se nombran por orden alfabético y recorrí de la A a la I en total desorden.

Y finalmente la encontré en el edificio D. A puerta cerrada, Ivonne pedía recursos para el campo junto a su fiel Angélica Araujo.  A pesar de los guardias que cuidaban el acceso, logré entrar gracias a alguien muy cercano a ella que, u olvidó que soy reportera o de plano lo ignoró. Y así caminé tras ‘Ibom’ por toda la cámara, sin saber bien cuál sería el momento propicio para acercarme a chacalearla. (En el argot de los reporteros, el ‘chacaleo’ es la típica entrevista banquetera donde todos nos arremolinamos frente al entrevistado).

Pero como dicen, no hay momento ideal. Me acerqué, le ofrecí que me respondiera mientras caminaba para no robarle el tiempo, pero accedió a contestar sin movernos de lugar. Entre el edificio H (casa de los priistas) y la cafetería Momenti le hice las preguntas de rigor.

–¿Nos puede contar sobre la reunión que tuvo con el grupo parlamentario del PRI?
–¿Se va a reunir con la comisión de educación?

La noche anterior había sido desastrosa para mí. Un asunto personal me tenía de capa caída y desde la ducha matinal había intentado ignorarlo. Lo mismo hacía mientras escuchaba las respuestas. Acabadas las preguntas de rigor, comencé con las obligadas. El asunto de los 254, 700 o ‘yanosécuántos’ mucbilpollos enviados a políticos y faranduleros, sonaba ya incluso en la prensa capitalina y bueno… mi actividad favorita (y trabajo) es preguntar.

–¿Cuántos pibes fueron, gobernadora?
–¿No le parece políticamente incorrecto que se envíen en plena discusión del presupuesto?»
–Pero entonces, ¿cuánto costaron?

Las repuestas ya la conocen. Incluso el audio está disponible en la web del Diario.

Se dice que los periodistas debemos tener la piel gruesa, hacer callo y aguantar. Son muchos los gestos o las groserías a las que estamos expuestos los reporteros al hacer preguntas a ciudadanos comunes o a grandes políticos. Yo no sé si fue el tono molesto de ‘Ibom’, mi ‘capa caída’, o el desplante (que venga de quien venga siempre descontrola), pero el ‘Mira al medio que representas’ que espetó la mandataria, me hizo sentir mal. Lo mismo el típico ‘gracias’ con el que cortó bruscamente la entrevista, para dar media vuelta e irse.

No me avergüenza decir que me sentí mal ni creo mostrar debilidad al decirlo. Se me hizo ‘pasita’ el corazón porque al final del día uno sólo sale a la calle a hacer su trabajo, que es preguntar, preguntar y (otra vez) preguntar. Y si la información es pública y los gobiernos están obligados a ser transparentes, no hay necesidad de ser grosero con nadie.

Tal vez me sentí así porque nunca antes un político o funcionario me había dejado con la pregunta en la boca (y no, no soy novata). No me comparo con los informadores que viven en Juárez, Tamaulipas, Guerrero o Morelos, expuestos todo el tiempo a agresiones físicas; pero, a su modo, la gobernadora ‘agredió’ a esta reportera. (Corríjanme si creen que exagero). Al decirme ‘Mira al medio que representas’, agredió al periodismo, sí, pero también a su propia gente, a su pueblo, a sus gobernados. ¿No recibo yo entonces mi pago de un diario que lleva el nombre del estado por el que trabaja? Yucatecos son todos. Incluso los que le señalan errores, los que no están contentos con el gobierno o los que quieren saber, porque es su derecho. Y aunque yo no soy yucateca, quiero informar y a eso, también, tengo derecho.
Así, entonces, queda claro que a la gobernadora no le caigo bien, pese a los deseos bienintencionados de Beto. Desde el primer día que cubrí una actividad suya (un evento en el que presentó la punta del hilo con que se bordado la trama de ‘Ibónica’), hasta la semana pasada, Ivonne Ortega se ha dado cuenta paulatinamente de quién soy y de a qué medio represento. Aunque lo diga con desdén.

Seguramente no sabe mi nombre. Seguramente para ella soy la reportera grandota y chilanga (aunque en realidad soy norteña) de flequito castaño y bolsote gris que trabaja para ‘Mega’, pero con eso tengo. Bien se lo dije a Beto. “No sé si le vaya a caer bien, pero con que me reconozca es suficiente».

PD:  Como uno debe predicar con el ejemplo, no debo ser grosera. Agradezco a la gobernadora el callito que ese día me hizo en mi piel de reportera. Me servirá para futuros desplantes.  Nos vemos por acá.