El valle de la desesperanza

noviembre 15, 2010

 

En este post y en el anterior, les comparto un par de textos que se publicaron juntos este fin de semana, en dos de los diarios para los que trabajo. Aprovecho para publicar más fotos y para que lo lean más allá de los estados para los que reporto. Espero sus comentarios.

El lugar más peligroso de México tiene un ‘espejo’ a 70 kilómetros. Es el Valle de Ciudad Juárez. Cuatro municipios y varios poblados replican la violencia del narco y su respectiva cuota de sangre. Con más de 2 mil 700 muertos, las soluciones propuestas parecen descabelladas e inocuas: una jefa de policía de 20 años y un programa de valores. En medio de las balas, todavía hay quienes creen que los valores pueden más que las armas.
Fotos Julio César Aguilar/El Diario de Juárez

“Te voy a decir una palabra y tú me vas a decir lo que sientas”.

—Policía
—Corrupción

—Inseguridad
—Miedo

—Empleo
—Urgente
El Alcalde de Praxedis G. Guerrero —uno de los municipios más violentos del Valle de Juárez— recorrió las calles del pueblo para hacer ese ejercicio, antes de tomar posesión el pasado 10 de octubre. José Luis Guerrero de la Peña, de 50 años, es un hombre grande, barrigón, moreno y de bigote espeso. El vivo retrato de un norteño del pueblo. Los diálogos fueron el diagnóstico para conocer las prioridades de sus gobernados. Unas 10 mil personas que poco a poco abandonan el pueblo por el miedo al narcotráfico.
Los Cárteles de Juárez y Sinaloa se disputan esta región que sobrevive de cultivos de algodón y de los trabajos que dan las maquiladoras. Situado a la vera del Río Bravo, el Valle de Juárez es refugio de traficantes y zona de operación para pasar la droga a Estados Unidos. El control del tramo de la Carretera Federal 2, que conecta al Valle con la Ciudad, es fundamental para el trasiego.
A todas horas del día, los autobuses llenos de obreros recorren esta vía hacia Juárez y de regreso. En ellos se transportan quienes mantienen viva la industria en Juárez, que el año pasado registró una caída de 30 por ciento. Por desgracia, ni siquiera ellos se han salvado de la violencia. A finales de octubre, en el poblado de Caseta (contiguo a Praxedis) un comando armado detuvo con sus ráfagas a un convoy de autobuses. En la madrugada, los obreros que se dirigían a casa tras haber terminado su turno, fueron tiroteados. El resultado: tres mujeres y un hombre muertos a tiros.
Pero esos fallecidos son sólo parte de una cifra mucho más tenebrosa. En lo que va del año, En Juárez y en el Valle han matado a casi 2 mil 800 personas. De seguir así la violencia, el año cerraría con 3 mil 300 muertes, según cifras de la prensa local.
Por esas razones nadie quiere gobernar en el Valle. Ser cabeza visible de la autoridad es casi como adquirir una póliza que garantiza intimidaciones, agresiones, secuestros o un ataque. En los pueblos, ni una sola persona presentó su candidatura para ser electo Comisario Ejidal en las elecciones del pasado 7 de noviembre. Así, los comicios en San Agustín, El Sauzal, San Isidro, Ejido Zaragoza y Jesús Carranza, quedaron desiertos, cuando años atrás, en cada pueblo se registraban hasta 15 aspirantes. En otros poblados, como Samalayuca, se eligió a amas de casa, pues los hombres ya no se postulan.

José Luis Guerrero de la Peña, Presidente Municipal de Praxedis G. Guerrero.

Desesperanza
Praxedis G. Guerrero sería un punto olvidado en la geografía fronteriza, si no fuera por la ya conocida historia de su Jefa de Seguridad Pública Municipal. Una joven veinteañera llamada Marisol Valles García. Pecosa, menuda, de grueso cabello negro y lentes de pasta, fue invitada por el Alcalde Guerrero de la Peña para ejercer un cargo que ningún hombre, el doble de grande y el doble de fuerte, quiso. La historia de los antecesores de Marisol es un rosario de acciones cruentas: baleado, secuestrado, amenazado. Bien reza el dicho: Pueblo chico, infierno grande.
El Alcalde, Marisol y todo el ayuntamiento tomaron sus cargos apenas el pasado 10 de octubre. Guerrero de la Peña casi no ha tenido tiempo para gobernar, pues el nombramiento de su Jefa de Policía ha despertado el interés de la prensa alrededor del mundo. Afuera de la Presidencia Municipal, en la plazuela, reporteros españoles, italianos y estadounidenses esperan una entrevista.
Esa mañana Praxedis G. Guerrero llora a los cinco muertos de la noche anterior, mientras que, paradójicamente, adentro de la Alcaldía se celebra una boda.
“Si la tormenta no para de caer, hay que aprender a bailar con ella”, dice Guerrero de la Peña. Su despacho es tan austero como el propio pueblo. Apenas una bandera, una foto del Presidente Felipe Calderón y un sillón adornan el cuarto de paredes verdes.

La Alcaldía y la comandancia de Praxedis.

“Con una sola palabra puedo definir cómo encontré al Municipio: ‘Desastre’”, dice con su acento norteño y con un tono de franco dolor. “Hay desastre en todos los ámbitos, pero el que yo veo más difícil de superar es la falta de esperanza de este pueblo”.
Y así, con diálogos uno a uno comenzó el diagnóstico del municipio. El resultado: la gente no quiere banquetas, ni lámparas ni más obras públicas; pero tampoco otro agente de policía o un soldado más. A Juárez y al Valle lo ‘cuidan’ 5 mil ‘feos’ (apodo para los Federales) y 2 mil 500 ‘guachos’ (mote para las fuerzas armadas), pero por lo visto, ninguna corporación ha podido contra la violencia. En 2008, el Gobierno Federal lanzó el Operativo Conjunto Chihuahua para intentar frenar al narcotráfico, pero desde ese momento, la cifra de muertos no ha hecho más que crecer. Ese año hubo mil 623 muertos y el siguiente, 2 mil 754.
“Yo tengo que dar una respuesta a esa petición de seguridad, pero la Constitución me dice que mi función, como municipio, es la prevención”, dice el Acalde. “Antes de tomar posesión yo me preguntaba ¿cómo voy a prevenir el delito en un pueblo que tiene miedo y no cree?”, reflexiona Guerrero, que siempre ha vivido en Praxedis y ha sufrido de cerca la descomposición del Valle, pues dos de sus tres hijos han sido tiroteados.

“¿A quién le abrirías la puerta?”
Conociendo que la función preventiva del Municipio, el Alcalde lanzó un proyecto denominado ‘Principios y Valores, las mejores armas para la prevención’.
“En el proyecto se manda un mensaje a los que no son ‘tan buenos’. En primer lugar, les decimos: ‘te tengo miedo’. En segundo: ‘no puedo contra ti’ y en tercero: ‘luchar contigo no es mi función’. Pero como el Alcalde sabe que los valores no se predican detrás del escritorio llamó a Marisol Valles y nombró a la Policía como principal impulsor de su programa.
“Yo necesito tocar las puertas y sentarme con las familias. Y para ello, ¿a quién le abrirías la puerta? ¿A un hombre o a una mujer? ¿A una persona armada o desarmada?”

En apariencia, el pequeño municipio es tranquilo, sin embargo, el crimen organizado ha tomado control de él lentamente.

Al dar a conocer su programa, asegura el Alcalde, comenzaron a llegar las solicitudes para sumarse a la Policía. La mayoría, de mujeres y madres. Trabajadoras sociales, maestras y algunas hasta con formación religiosa. De momento son 13 los elementos de seguridad pública, de los cuales sólo dos son hombres y únicamente tres portan armas.
“Si se hubiera hecho lo preventivo a tiempo, tal vez no estaríamos como ahora. Estaría suave tener un monumento a la entrada del pueblo, pero nosotros no podemos hacerla de héroe”, afirma Guerrero. “¿Tengo miedo? Sí. Y ya tenía miedo desde antes, pero ahora tengo un miedo con esperanza”.
Pero los buenos deseos y los principios del Alcalde —que vive sin escolta a pesar de que la Policía Estatal se la ofreció— en la calle todavía son humo. Reporteros que conocen bien la zona afirman que hasta ir a la escuela es un acto de valentía y los jóvenes se encargan de corroborarlo.
Frente a la Presidencia Municipal, a la derecha de la plaza, está la preparatoria que sirve a los municipios y poblados contiguos. Elisa González, de 17 años y habitante de Guadalupe Distrito Bravos, afirma: “Cuando vengo a la escuela sí siento miedo. Está bien que le hayan hecho jefa de policía a una gente joven como Marisol, pero tampoco creo que con ella vaya a cambiar algo”. De momento, los principios y los valores parecen poco para mantener a los jóvenes en el Valle de Juárez y ofrecerles una adultez promisoria.
“Yo me miro fuera. Acabando la prepa quiero irme de aquí. A lo mejor a El Paso. Aquí vivo con mi abuelita. Toda mi familia ya se fue por lo mismo de la inseguridad”, cuenta Aimeé Barrera, compañera de Elisa en el salón.

Al terminar las clases, los alumnos de la preparatoria que sirve a los municipios, descansan en la plaza o pasean por ella.

A diferencia de las chicas, el Presidente Municipal se niega a irse o siquiera a dormir en El Paso, ciudad donde podría estar más protegido. “Yo digo que si van a hacer algo con uno, lo harán sin importar dónde te metas”.
Los integrantes del gobierno saben que el proyecto es subjetivo y que no dará frutos a corto plazo, pero aún así, no dejan de creer en él. “Los pequeños detalles son los que hemos perdido y eso es lo que nos tiene así”, dice Andrés Morales, secretario del ayuntamiento. Él es uno de los jóvenes de los que se ha rodeado el Alcalde.
“Sería irresponsable de nuestra parte mandar a nuestros dos agentes armados a combatir al enemigo que nos supera en adiestramiento, capacidad y armamento”, cuenta Andrés en su oficina, donde aún abundan las cajas con carpetas que no han podido ocupar su lugar. “Ellos están instruidos y saben que si hay un hecho violento, nosotros no lo atendemos. Para eso está el Ejército. Más vamos a tardarnos en contestar el teléfono, que los narcos en matarnos”.
El valor de la vida
¿Cuándo se empezó a descomponer el Valle? Todos creen tener la respuesta correcta. La prensa cree que mediados de los 90, cuando el Cártel de los Arellano Félix hizo sus primeras ‘ejecuciones’ en público. Otros creen que a partir de que el Presidente Calderón declaró la ‘guerra contra el narco’. Otros más creen que hace casi 40 años, cuando la droga empezaba a llegar a los municipios.
Lo cierto es que el área se ha desolado. Basta comparar el directorio telefónico de 2009 con el de 2010, para ver cómo se ha reducido en una cuarta parte. Consecuencia del cierre de más de 10 mil negocios por la inseguridad, según cifras de la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio.
“Pero sí hay una solución. Yo la veo”, dice Guerrero de la Peña”. Sin embargo, los demás, no dan crédito a su valor. Un día, recién llegado al cargo, tuvo una reunión con todos los delegados de dependencias federales que despachan en Ciudad Juárez y, por lo bajo, todos le hicieron las mismas pregunta. “¿Por qué, José Luis? ¿Por qué te metiste en esto si tienes una familia bonita? ¿Por qué te has quedado aquí teniendo la facilidad de irte ‘al otro lado?”.

El Presidente Municipal se niega a irse del pueblo.

 

Con los ojos vidriados y la voz rota, el hombre grande y fuerte rompe en lágrimas. “Yo siempre he sido un soñador y creo que en esta guerra no podemos hablar de vencedores y vencidos si a todos nos ha causado dolor. Yo estoy convencido de que esto que estamos viviendo es el parto doloroso de una nueva generación”.

En un gesto inusual, los estudiantes de la preparatoria hicieron cartulinas con leyendas de protesta por la violencia. Poco a poco, el hartazgo va superando al miedo.

Mientras se seca las lágrimas y pide perdón (“A veces me gana el llanto cuando hablo de esto que es la vida”), el Alcalde cuenta una anécdota. Una madre de familia se acercó a él. El crimen organizado recién había matado a su esposo y apenas tenían para comer. Desesperada, la señora le dijo: “Uno de mis hijos está en la edad en que si le dicen, ‘te doy 500 pesos porque mates a alguien, se va a ir’”. Ante eso, Guerrero reflexiona. “Hemos criticado nosotros mismos que la gente ha perdido el respeto a la vida, pero qué podemos decir de ese niño si se va con el narco. ¿Ha ignorado el valor de la vida o está protegiendo la de su madre y sus hermanos para darles algo que comer? Entonces nos abrazamos y lloramos”.
Con vehemencia, el alcalde subraya. “Poco a poco el pueblo está creyendo. Créame. Esto va a funcionar”. Puede que los valores sean una percepción romántica ante un problema que le estalla a los juarenses en la cara día con día. Sin embargo, cuando en el país los muertos se cuentan por decenas de miles, vale probar esa solución.

 

En buena parte del mundo se conoce la historia de Marisol Valles García. Muchos medios han hablado ya de su valor (o de su ‘inconsciencia’) pero hay algo que pocos han dicho. Su nombramiento como Jefa de Policía de Praxedis Guerrero fue contra la ley.
Para dirigir una Policía Municipal no bastan la valentía o las buenas intenciones. El artículo 61, fracción primera, del Código Municipal para el Estado de Chihuahua estipula que para ser funcionario municipal se deben acreditar 21 años de edad y Marisol sólo tiene 20.

Veinte años, esposa, madre de un bebé y a punto de graduarse. ¿Valiente o inconsciente?

Al Congreso estatal, el hecho de que la Comandancia tenga una cabeza visible parece importarle más que la propia ley. Diez días después de que Marisol tomó posesión, los legisladores locales decidieron apoyar a la joven estudiante de criminología y hacerse ‘de la vista gorda’ ante  su “gran valentía. Marisol, dijeron, “ha asumido el cargo con determinación y firmeza”.
Sin embargo, la ‘firmeza’ que ha sorprendido al mundo se hace fragilidad cuando se tiene a Marisol de frente. En sus maneras, discurso y hasta en su imagen se le notan los escasos 20 años. Viste jeans entubados, camiseta de rayas blancas y rosas, tennis con agujetas magenta y una sudadera gris con capucha.
Después de una noche particularmente violenta en Caseta, el poblado vecino, se le hace esta pregunta.
—Marisol, ¿cuáles son los riesgos de que suceda algo similar aquí? ¿Tienen miedo? —y la respuesta la da en un tono mecánico, con un dejo de timidez. Igual que hacen las niñas cuando aprenden de memoria una lección escolar
—Miedo siempre ha habido. El riesgo lo tenemos todos hasta en nuestra casa misma. No podemos saber dónde va a terminar nuestra vida, podría ser hasta en nuestra —dice explicándose con las manos, que ‘viste’ con uñas de acrílico con las puntas en de rosa y morado. Está claro que ante el boom mediático, a Marisol le han enseñado a ‘salir del paso’. Cada pregunta relacionada con el crimen organizado la salva diciendo que el asunto no es de su competencia. “Cualquier otra pregunta sobre el tema, pueden hacerla a la Sedena”, zanja con el mismo tono de antes.
Pero cuando se le pregunta cómo lleva ser la estrella del pueblo, la comandante —casada hace un año y con un bebé de ocho meses— se relaja.
“Sí ha sido difícil. He tenido que hacer trabajo, atender a los medios, la escuela, la casa”, comenta un poco menos a la defensiva.

"Yo no debo estar afuera", dijo Marisol. La imagen fue captada cuando una reportera española le pidió unas tomas al exterior para su nota de televisión.

 
‘Estoy aquí porque me gusta’
En la comandancia de Praxedis G. Guerrero —un lugar pequeño, de pintura descascarada y hoyos de impactos de bala— hay un ‘pintarrón’ con la leyenda “Detenidos por la Policía Municipal”; pero ahí sólo hay eso. No hay una sola cara. Ni una foto de algún criminal detenido en el pueblo. Marisol insiste en que esa no es la función de su corporación, que espera llegar a 18 elementos. El mismo argumento ofrece cuando se le pregunta si se considera blanco del narco.
“Yo no estoy haciendo nada malo. Solamente estoy haciendo mi trabajo”. Como si a sus antecesores no los hubieran matado por lo mismo.
A sólo un mes de terminar la carrera de Criminología, la jefa de Policía está consciente de que hay peligro
“En la carrera que yo estudié lo hay. Siempre lo he considerado. En la profesión que yo elegí se corren riesgos y siempre he estado consciente”.
La historia de cómo llegó Marisol al puesto tiene un poco de cuento. En la administración pasada fue secretaria, y al conformarse la actual, mandó una solicitud de empleo con la esperanza de recuperar el puesto. Sin embargo, el Alcalde José Luis Guerrero le ofreció algo más grande y más complejo. Tanto, que el Presidente Municipal le pidió que organizara una comida en casa, con su esposo y sus padres, para explicarles las funciones del puesto y el programa de principios y valores.
“Estoy aquí porque me gustó el proyecto. Esta es la oportunidad que yo quería para hacer algo diferente”, cuenta, pero incluso su visión de ‘diferente’ se queda corta para lo que necesita el Valle de Juárez. “Quiero ver al municipio con más convivios, más bailes, más ferias. Un municipio más familiar”. Mientras tanto, afuera, Praxedis y el Valle siguen viviendo entre las balas.